domingo, 25 de enero de 2015

Tumba de Alejandro Magno

Nota Introductoria.

El tema que se abordará a continuación es sobre uno de los enigmas históricos más importantes e incluso me atrevería a decir representa el grial de la Arqueología, el determinar y encontrar la ubicación de la tumba de Alejandro Magno, por ello y en virtud de que este artículo dista mucho de ser un tratado y no pretende agotar el tema en cuestión, sino únicamente el servir como resumen o modesta reseña que quizá sirva de preámbulo para profundizar en el mismo. Por ello sólo se expondrá lo referente a la tumba perdida del Magno, y se dejará para otro momento el análisis de su vida y obra.

La Tumba de Alejandro Magno

Busto de Alejandro Magno como Helios.
Museos Capitolinos, Roma.



Se suele denominar Soma al mausoleo que acogió los restos de Alejandro Magno. Por lo que la tumba de Alejandro Magno es el lugar en el que estaría enterrado Alejandro III de Macedonia, hijo de Filipo II de Macedonia, que murió en Babilonia en junio del 323  A. C.

En la primavera del 323  A. C., el general macedonio gobernaba un imperio que se extendía desde el Danubio en Europa hasta los montes Himalaya en la India. En ese año (323) visitó la capital del Imperio, la gran Babilonia cerca del Éufrates. A mediados de mayo condujo una flota por los pantanos hacia el oeste de la ciudad con el fin de intentar mejorar el sistema de canales, que distribuía el agua del río a las urbes. Era temporada de calor y altas temperaturas,  por lo que abundaban los mosquitos que irritaron a la expedición. De vuelta a Babilonia, en la última semana de mayo, Alejandro se enfrasco en los últimos preparativos de una expedición para navegar rodeando Arabia con una flota de mil barcos. El día 30 conmemoró el éxito del viaje de su almirante Nearco desde la India a principios del pasado año. El 31 de mayo, en una fiesta nocturna que celebró su compañero Medio, Alejandro se desmayó al sentir dolores punzantes en la espina dorsal y en las articulaciones. Fue conducido al aseo real, donde durmió junto a la piscina, porque ya tenía fiebre. En la siguiente semana el rey sufrió de fiebres recurrentes por las noches, pero éstas solían calmar en el día, permitiéndole que siguiera planeando la expedición a Arabia.

Sin embargo las fiebres se volvieron más intensas. El 7 de junio hubo un importante deterioro en la salud del monarca. Por primera vez se vislumbró que estaba en peligro. Ordenó a sus oficiales que se reunieran en el patio del palacio. El 9 de junio ya circulaban rumores entre las tropas de que Alejandro había muerto. Pidieron desesperadamente la entrada al palacio, pues deseaban ver a Alejandro en su lecho. Éste los saludó con sus ojos, porque ya había perdido la voz. Quizá aún podía emitir un débil susurro, porque se argumenta que pidió que su cuerpo fuera trasladado al dios Amón en Egipto. Le dio su anillo de regente a Pérdicas, su comandante de caballería y guardaespaldas. Sus amigos le preguntaron: “¿A quién legas tu reino?”, y él respondió susurrando: “Al más fuerte”, añadiendo que ya preveía sus grandiosos juegos funerarios. Cuando, Pérdicas le preguntó cuándo quería que se le ofrecieran esos honores divinos, él contestó: “Cuando seáis felices”. Éstas fueron las últimas palabras del rey. Al día siguiente, casi al caer la noche del día 10 de junio del 323  A. C., según el calendario juliano, se declaró la muerte “oficial” del Magno. La plebe se hundió en una profunda pena, pero ya se estaba gestando una maliciosa disputa entre los contingentes del ejército, incluso hubo peleas en el palacio. Mientras tanto el cuerpo del macedonio se mantenía curiosamente fresco y con aspecto de estar vivo a pesar del agobiante calor por al menos unos cuantos días más, lo que pudiera sugerir un profundo coma terminal.


                                  
Alejandro Magno en su lecho de muerte, según el pintor Karl von Piloty (1886)



Algunos historiadores y expertos en el tema sugieren que los síntomas y consecuencias de la muerte de Alejandro coinciden con los de la malaria, que quizá pudo haber contraído por las picaduras de los mosquitos de los pantanos. Aunque ya desde aquél tiempo había surgido el insistente rumor de posible envenenamiento; según el escritor Andrew Chugg la fiebre intermitente que tuvo durante casi dos semanas terminando en coma indica que este argumento es inconsistente. De cualquier forma, no se puede hacer una hipótesis y menos aún una aseveración definitiva sin analizar los restos de Alejandro.

Inmediatamente a la muerte del macedonio, Pérdicas fue nombrado Regente del Imperio,  y ordenó la ejecución de los líderes de la revuelta de la infantería, haciendo que fueran pisoteados por elefantes de guerra en un desfile. El ejército de macedonios organizó una asamblea, al parecer acordaron que el cadáver de Alejandro debía ser trasladado a Egipto, y así respetar su deseo.

En los  meses siguientes Pérdicas reafirmó su poder, sin embargo Ptolomeo, su principal rival, marchó a Egipto para arrebatarle el trono de ese lugar. Posiblemente Pérdicas estaba en contacto con Olimpia, madre del macedonio, quien seguramente había lamentado el plan para enviar el cuerpo de su hijo a Egipto y habría insistido en que tenían que devolverle a su primogénito. Pérdicas necesitaba su apoyo, y tampoco estaba muy seguro de dejar el cadáver de Alejandro en manos de Ptolomeo. Puede que él fuera quien solicitó al vidente de la expedición, Aristandro, que dijera que la nación que tuviera en su poder el cuerpo de Alejandro nunca sería conquistada. Esto hizo que la Asamblea Macedonia acordara que tenían que enviar el cadáver a Olimpia para que ésta lo enterrara en Egas, en el cementerio de los reyes macedonios.

Mientras Pérdicas y el ejército dejaban Babilonia, yéndose de campaña a Asia Menor, dejó a cargo de la construcción del catafalco para llevar a Alejandro a su distante tumba a un oficial llamado Arrideo. El magnífico carruaje funerario tardó casi un año en estar listo. El historiador griego Diodoro de Sicilia ofrece una detallada descripción del catafalco que debía acompañar al rey de Asia y Grecia a su última morada. En primer lugar, la momia de Alejandro fue colocada en un féretro de oro. El cuerpo fue bañado en las especias más valoradas y cubierto de paño con motivos áureos. En cada esquina del carro había estatuas de la diosa griega de la victoria, Niké. Diversos adornos completaban la parte superior del suntuoso cortejo. En los laterales se representaron los triunfos de Alejandro Magno y a este acompañado de sus guardias persas y macedonios. Las ruedas tenían figuras de enormes cabezas de leones cuyos dientes sostenían lanzas. El tamaño del carruaje era tal que, según Diodoro, hacían falta 64 mulas para tirarlo. Cada uno de los animales llevaba una corona de oro y un collar de gemas. El sarcófago se colocó en una imitación de un templo griego dorado. La entrada estaba presidida por dos leones propios de la cultura persa. Una malla de hilo de oro cubría el espacio entre las columnas del templo. La imagen del conjunto debió ser algo inolvidable, una muestra de lo que había conseguido Alejandro con sus conquistas y que  simbolizaba el imperio multicultural que había fundado.

El cortejo salió desde Siria en la segunda mitad del 322 A. C.  Pero Arrideo logro llegar a un acuerdo con Ptolomeo, para conducir la procesión en dirección sur hacia Egipto cuando se aproximaba a Damasco, en vez de ir al norte hacia Macedonia. Pérdicas recibió esta noticia con una semana de retraso e inmediatamente mandó un contingente de caballería, con el fin de  perseguir a Arrideo. Quizá  hubieran capturado al lento catafalco, pero Ptolomeo había ido al norte con su ejército para escoltarlo, así que los hombres del Pérdicas fueron rechazados.



Reconstrucción del catafalco de Alejandro según Diodoro (mitad del S. XIX)



Entonces, Pérdicas, atacó Egipto en la primavera del 321 A. C. Intentando 2 veces cruzar el Nilo, fallando en ambas ocasiones y teniendo enormes pérdidas en sus tropas. Muchos fueron arrastrados por el río y devorados por cocodrilos. Los propios oficiales del regente acabaron asesinando a Pérdicas con sus lanzas y ofrecieron la regencia vacante a Ptolomeo, quien la rechazó. Aun así aprovisionó de nuevo al ejército y lo envió de vuelta al norte con algunos de sus hombres en comando conjunto (uno de los cuales era Arrideo). Ya sin la amenaza que representaba Pérdicas, Ptolomeo se ocupó de preparar la tumba de Alejandro en Menfis, cuando ésta aún era la capital de Egipto.



La tumba menfita de Alejandro.


Se cree que Ptolomeo adaptó una tumba vacía que había sido preparada para el faraón  Nectanebo II.  Quien había huido a Etiopía cuando Egipto fue invadido por los persas en el 343 A. C., por lo que nunca tuvo la oportunidad de ocupar esa tumba. Ese lugar era una capilla dentro del templo del Serapeo en Saqqara, Menfis. Estaba al final de una avenida de esfinges. El Serapeo fue visitado por Richard Pococke (c. 1738) y redescubierto por Auguste Mariette, cerca del año 1850, al excavar en la arena que ocultaba a las esfinges. Se observaba la entrada de la capilla de Nectanebo II,  Mariette halló un semicírculo de estatuas griegas, que representaban a poetas y filósofos. Entre dichas estatuas se identificó a Píndaro, aquel a cuyos descendientes Alejandro salvó en Tebas, a Homero, el poeta favorito de Alejandro, y a Platón, quien fue el mentor de Aristóteles, tutor de Alejandro. ¿Podrían estas estatuas haber sido erigidas para honrar la tumba de Alejandro?



Estatuas de filósofos en Saqqara ¿podrían ser parte de la tumba menfita?






Sarcófago de Nectanebo II, en el que se piensa reposaron los restos de Alejandro III (Magno)

En la expedición que Napoleón llevó a cabo en Egipto en 1798, se descubrió un antiguo sarcófago situado en una capilla en el patio de la mezquita Atarina en Alejandría. Los oriundos del lugar aseguraban que se trataba de la tumba del Magno. Cuando el ejército de Napoleón fue vencido por los ingleses en 1801, Edward Daniel Clarke llevó el sarcófago al Museo Británico de Londres y escribió un libro sobre él, recopilando lo que se sabía de la tumba de Alejandro. Cuando Champollion descifró la escritura jeroglífica en 1822, se supo que el sarcófago tenía una inscripción que describía que aquel era el sarcófago del faraón Nectanebo. Primeramente se pensó que hacía referencia a Nectanebo I, pero tras nuevos estudios se determinó que era de Nectanebo II. Por entonces, se pensó que este hecho eliminaba todo vínculo del sarcófago con Alejandro, pero en la actualidad se puede determinar que esto es perfectamente consistente con el argumento de que Ptolomeo se apoderó de la que iba a ser la tumba de Nectanebo en Saqqara.  Se sabe, también que el hijo de Ptolomeo, Ptolomeo II Filadelfo, trasladó la tumba de Alejandro de Menfis a Alejandría, lo que explica por qué el sarcófago se encontraba en aquella ciudad portuaria fundada por Alejandro.


Óleo, de Louis-Joseph François, que recrea la batalla ante las pirámides de las tropas napoleónicas y las fuerzas mamelucas en 1798. 

La tumba del Magno en Alejandría.


La fecha en la que Ptolomeo II Filadelfo traslado la tumba de Alejandro a la ciudad de Alejandría, que había sido fundada por el Magno en 331 A. C., se desconoce, pero se cree que fue poco después de que Ptolomeo muriera en 282 A. C.  Se desconocen los detalles de la tumba construida por Filadelfo, pero existe una pequeña probabilidad de que la antecámara  de la tumba se encontrara en 1907, dividida en trozos, en los cementerios latinos de la moderna Alejandría. Esta primera tumba alejandrina fue reemplazada por un fastuoso mausoleo en el centro de Alejandría, hacia el 215 A. C., por el nieto de Filadelfo, Ptolomeo IV Filopator. El mausoleo que Filopator erigió dentro de un enorme recinto sagrado, conocido como el Soma,  llegó a ser el más célebre y sagrado santuario del mundo antiguo, ya que en Egipto y el Imperio romano Alejandro fue venerado como un dios.


Moneda de Ptolomeo II


En 89 A. C. , uno de los últimos faraones de la dinastía Ptolemaica, Ptolomeo X fundió el ataúd de oro macizo, del que Diodoro Sículo refirió que estaba repleto de las más ricas especias aromáticas, y que el cuerpo fue colocado en otro sarcófago. Este Ptolomeo usó el oro para pagar a los soldados y sustituyó el ataúd que destruyó por uno de vidrio, pero debido a este hecho,  este faraón se ahogó en una batalla naval contra fuerzas rebeldes ese mismo año. Este hecho se  percibió como un castigo divino por haber fundido el ataúd para pagar sus deudas.


La tumba y los césares.


En el 48 A. C. Julio César arribó a Alejandría después de haber perseguido a Pompeyo al conseguir la victoria en Farsalia. El joven faraón, Ptolomeo XIII, le presentó como regalo la cabeza de Pompeyo, pero Julio César lo depuso, para ceder el trono a su hermana, la reina Cleopatra. Durante su estadía en Egipto, César tuvo la oportunidad de realizar una peregrinación a la tumba de su héroe, Alejandro, situada en la cámara funeraria excavada en la roca tras el mausoleo del Soma. Según Flavio Josefo, Cleopatra VII Philopator intentó reunir dinero para organizar un nuevo ejército, y para ello saqueó el oro de las tumbas de sus ancestros y del propio Soma.



Julio César ante la tumba de Alejandro, según un antiguo grabado.





Después de su reinado, Cleopatra fue finalmente vencida y depuesta por Octavio (el futuro emperador Augusto) en el 30 A. C. Tras su llegada a Alejandría hizo la que sería la más famosa visita a la tumba de Alejandro. Augusto ordenó que le sacaran el sarcófago de la cámara funeraria. Coronó a la momia y esparció flores por su cuerpo, pero en un descuido rompió una parte de la nariz de la momia.




Augusto visita la tumba de Alejandro (Sebastien Bourdon, 1643 - Museo del Louvre)



Varios emperadores romanos rindieron homenaje o visitaron la momia de Alejandro. Calígula probablemente la vio cuando, a los 7 años, acompañó a su padre, Germánico, en una visita a Alejandría en el 19 D. C.  Siendo emperador, ordenó que le trajeran la coraza de Alejandro situada en su tumba para usarla en sus actuaciones y representaciones. Vespasiano y Tito debieron haber visto la tumba en el 69 D. C., así como Adriano en su visita a la ciudad en el 130 D. C. Pero de la visita en la que se reseña al menos un detalle fue la de Septimio Severo en el 200 D. C. Este emperador se horrorizó al ver la facilidad de acceso que tenía la tumba y ordenó que ésta fuera sellada. La última visita imperial conocida es la del hijo de Severo, Caracalla, en el 215 D. C. Dejó su anillo y su cinturón como tributo a Alejandro y se marchó para organizar la sangrienta aniquilación de la mayoría de los hombres jóvenes de Alejandría.

Aunque los emperadores romanos despreciaban a los Ptolomeos, pues los consideraban una dinastía decadente y corrupta, siempre se mostraron fascinados por Alejandro, en quien veían un reflejo de lo que ellos mismos querían ser. Por ello el Soma adquirió todo un simbolismo político y religioso, y los césares se presentaban allí como un gesto de reafirmación de su poder personal.


Desaparición de la tumba.


Hacia la mitad del siglo III, el Imperio romano entró en un período de crisis. Al principio Alejandría estaba poco afectada por estos problemas, pero en el 262 las legiones locales apoyaron una rebelión del gobernador de Egipto, al que declararon su emperador. La insurrección fue reprimida brutalmente. En los enfrentamientos partes de la ciudad fueron destruidas. Sucesivas revueltas tuvieron lugar en las que algún gobernante egipcio intentaba separar las provincias orientales del resto del imperio.  Resultando estos intentos en correspondientes represiones, asedios, destrucción y saqueo de la ciudad por parte del ejército imperial. Algunos han creído que la tumba de Alejandro fue destruida en uno de estos levantamientos, pero hoy hay nuevas evidencias de que sobrevivió en el siglo IV.

Amiano Marcelino relata un incidente que tuvo lugar hacia el 361. Se dice que el patriarca Georgius planteó una pregunta retórica a la gente de Alejandría concerniente a un templo alto y magnífico del genio de Alejandría: "¿Cuánto tiempo estará de pie esta tumba?" preguntó. Por genio Amiano seguramente se refería a la deidad tutelar de la ciudad y cuál podría ser sino Alejandro. Alejandro es la única figura a la que esta expresión podría ser aplicable, cuya tumba también se encontraba dentro de la ciudad, por lo que se deduce que aún existía su morada mortuoria. Según las crónicas en 365, Alejandría fue sacudida por un terremoto seguido de un tsunami, que provocó estragos en las regiones costeras y ciudades del Mediterráneo oriental. En Alejandría los barcos fueron levantados hasta los tejados de los edificios que quedaron. Ésta es la ocasión más probable de la destrucción del mausoleo del Soma.

Un cuarto de siglo después, aproximadamente en el 390, Libanio de Antioquía mencionó en un discurso dirigido al emperador Teodosio, que el cadáver de Alejandro estaba expuesto en Alejandría. Esto concordaría con la cámara sepulcral que habría sido excavada bajo los escombros de las ruinas del mausoleo. También refiere que el cadáver podría haber sido retirado y separado del sarcófago, lo que explicaría por qué fue encontrado desocupado por la expedición de Napoleón. Tan solo un año después,  en el 391, Teodosio publicó una serie de decretos que prohibían el culto a dioses paganos, entre los que destacaba el de Alejandro. En Alejandría, los cristianos causaron disturbios y destruyeron el Serapeo, el principal templo pagano.  He aquí el punto donde el reiterado culto al cadáver del fundador de la ciudad habría llegado a ser excesivo para los gobernantes quienes estaban promoviendo el cristianismo como la religión oficial. Ésta es la época en que los restos de Alejandro desaparecen finalmente de la historia.

Al final del siglo IV o a comienzos del V, Juan Crisóstomo afirmó en un sermón que la tumba de Alejandro era entonces "desconocida para su propio pueblo", es decir para los  paganos de Alejandría. Décadas después Teodoreto puso a Alejandro en una lista de hombres famosos cuyas tumbas eran desconocidas.


Hipótesis de la mezquita.


Existen un par de referencias a una mezquita o tumba de Alejandro en textos árabes que datan de los siglos IX y X, pero seguramente éstas hacen alusión al sarcófago vacío y al edificio que lo albergaba. Éste último era probablemente la mezquita Atarina (en donde el sarcófago fue encontrado en 1798) o al menos un edificio religioso anterior ubicado en el mismo lugar, puesto que la mezquita vista por Napoleón había sido reconstruida a partir de elementos arquitectónicos antiguos en el siglo XI. Información crucial es aportada por el mapa de Braun & Hogenberg, de 1575, que muestra un edificio con una torre y una pequeña capilla en el mismo lugar que la mezquita Atarina. Es muy significativo que la mezquita esté situada en el centro exacto del mapa, así como también lo es que la capilla esté rotulada con las palabras latinas Domus Alexandri Magni, que significan "La casa de Alejandro Magno".  En una de sus visitas a Alejandría cerca de 1517, León el Africano señaló que la tumba de Alejandro estaba "en una pequeña casa con la forma de una capilla". Todo esto tiende a confirmar que lo que fue conocido como la tumba de Alejandro Magno durante la Edad Media, no era sino el sarcófago vacío apostado en la capilla.




Patio de la mezquita Atarina (Vivant Denon, 1805)


Como ya se mencionó, los británicos transportaron el sarcófago a Inglaterra entre 1802 y 1803, la mezquita Atarina se deterioró rápidamente, y pocos años después había desaparecido. Sin embargo, en 1823 Mohammed Ali edificó una mezquita dedicada a Nabi Daniel (el profeta Daniel) a algunos cientos de metros al este, de donde se encontraba la mezquita Atarina, al pie del montículo Kom el-Dikka. Aparentemente motivado por el deseo de encontrar una alternativa al interés turístico que seguía inspirando la tumba de Alejandro.



La localización del Soma.



De acuerdo a Zenobio, el Soma (nombre con el que se conoció el mausoleo y que significa cuerpo en griego) se hallaba en el centro de la antigua ciudad de Alejandría, mientras que Aquiles Tacio mencionó un distrito llamado Alejandro en honor del macedonio, donde dos calles decoradas con columnas se cruzaban en ángulos rectos. Este cruce de caminos se encontraba dentro de un área cerrada en el corazón de la ciudad. Estrabón y Diodoro Sículo, testigos oculares, describieron la tumba de Alejandro comentando que reposaba dentro de una grandiosa y magnífica zona amurallada, y Estrabón especifica que esta área era adyacente a los palacios.




Mapa de la antigua ciudad de Alejandría.



Al observar el mapa de Alejandría realizado por la expedición de Napoleón en 1798, se puede notar que las murallas medievales de la ciudad, que en gran parte perduraban todavía en aquella época, como un recinto doble (de murallas interiores y exteriores). Dichas murallas rodeaban un área que ocupaba menos de un tercio del tamaño de la ciudad antigua en la época de Cleopatra. En la parte occidental, las murallas bordeaban la costa, como se pude esperar de una gran ciudad portuaria. Sin embargo, en el Este las murallas se prolongaron para rodear una vasta área lejos de la orilla, en la parte de atrás, extendiéndose a ambos lados de la antigua gran avenida, la calle Canópica. Superponiendo el plano de las calles de la ciudad antigua de Mahmud Bey sobre los muros medievales, se puede ver que los principales cruces de caminos de la Antigüedad se ubican exactamente debajo de la Puerta de Rosetta de la ciudad medieval. Se observó también  que el muro exterior del doble recinto medieval parecía ser de construcción antigua. Además, un grabado pintado alrededor de 1792 por Luigi Mayer muestra que la entrada exterior de la Puerta de Rosetta era de estilo antiguo, pues tenía pilares con capiteles corintios y una estatua en uno de sus lados. El reconocido escritor Andrew Chugg ha sugerido, por lo tanto, que tres de los lados del Soma fueron utilizados como parte de las murallas medievales en el sector oriental, y que el Mausoleo de Alejandro debió situarse cerca del cruce de caminos central de Mahmud Bey. Empero en 1880 la mayor parte de las murallas que quedaban en pie fueron removidas debido a la expansión de la ciudad moderna fuera de los límites del centro antiguo.

Pocas son en realidad las descripciones que se han preservado respecto al soma, pero en la tapa de un  sarcófago esculpido y encontrado en Ostia, se aprecian algunas estructuras descritas en testimonios literarios, particularmente del  texto de Estrabón.  En dicho sarcófago se aprecia el Faro, la columna de Diocleciano. Y una torre redonda, con una cubierta cónica, que posiblemente represente  al Soma.


Hipótesis de la Basílica de San Marcos.


Existe una interesante teoría esbozada por el escritor Andrew Chugg, en sus libros sobre Alejandro Magno y su tumba, en la que destaca el hecho que alrededor del siglo IV cuando finalmente el cristianismo se consolidó sobre el paganismo, el cuerpo de Alejandro (seguramente ya sin el magnífico mausoleo que le dio cabido varios siglos) desapareció misteriosamente, corría el año 390-391 D.C.; al siguiente año, en un acontecimiento por demás extraño e insólito, la iglesia alejandrina afirmó haber encontrado los restos de San Marcos Evangelista, fundador de la comunidad cristiana en esa ciudad.   Sin embargo, antiguos escritores cristianos como Doroteo, Eutiquio y el autor del Cronicón Pascual aseguraron que el cuerpo de san Marcos fue quemado por los paganos. Por su parte, un documento conocido como "Los Hechos de San Marcos", de autor anónimo en la Alejandría del siglo IV, refería que una tormenta milagrosa atemorizó a los paganos y permitió a los cristianos salvar el cuerpo del santo de las llamas. No obstante, esto último parece ser una invención para dar credibilidad al hecho que el cuerpo, que según los cristianos correspondía a San Marcos finalmente pudo ser salvado.

Al parecer este mismo cuerpo fue llevado fuera de Alejandría, presumiblemente con la cooperación del clero local, luego de que la ciudad hubiera caído bajo el dominio árabe. En el 828 dos mercaderes venecianos lograron sacar de la ciudad la momia de manera clandestina, y navegaron con ella hasta Venecia. La momia descansa desde hace siglos en una cripta ubicada debajo de la iglesia construida por los venecianos con tal propósito, la Basílica de San Marcos. Por lo que no es descabellada la hipótesis de Chugg respecto a que simplemente se suplantara la identidad de la momia y se renombrara los restos de Alejandro, adscribiéndolos al santo cristiano Marcos Evangelista.



Basílica de San Marcos, en Venecia.



Un minucioso estudio científico de estos restos podría revelar el secreto de su origen. La datación por radiocarbono podría establecer si el cuerpo es lo suficientemente antiguo como para poder corresponder con el de Alejandro. Así mismo, sería posible reconstruir sus rasgos faciales a partir de su cráneo, e inspeccionar sus huesos en busca de signos de las múltiples heridas de Alejandro, en particular el flechazo que recibió en el pecho, el que, según se dice, se insertó en su esternón, y una herida que le fue infligida en la pierna. Otra alternativa podría ser el comparar por técnica de ADN los restos de la tumba de Anfípolis (posiblemente pertenecientes a Roxana y a Alejandro IV, esposa e hijo del general macedonio respectivamente), o bien incluso con los encontrados  en la morada ultima del rey Filipo II (algunos argumentan que esa tumba en realidad es de Filipo Arrideo, hermanastro de Alejandro), y de esa manera tener una mayor certeza sobre la identidad de los restos que reposan en la Basílica de Venecia. El desenlace de esta historia todavía está lejos de resolverse.





Sepulcro bajo el altar de la Basílica de San Marcos;
¿Marcos Evangelista o Alejandro Magno?


Pero existen otros argumentos que podrían robustecer la teoría de Chugg, y es que en  la iglesia de Santa Apolonia,  también en Venecia, puede observarse una  piedra circular con la estrella Argeada, (también conocida como "Sol de Vergina") es una estrella o sol simbólico, de 8 o 16 rayos estilizados, un símbolo idéntico fue encontrado en 1977 durante unas excavaciones arqueológicas en Vergina, situada en la región de Macedonia, por el arqueólogo M.  Andronikos. La descubrió grabada en un cofre dorado colocado en las tumbas de los reyes del antiguo reino macedonio (Filipo II  o Filipo Arrideo). Por lo que se deduce que en la antigüedad fue un símbolo usado en Grecia y  asociado a la realeza macedónica.



Escudo en miniatura con estrella Argéada, símbolo de la dinastía real macedónica.




Piedra grabada con la estrella Argeada, en la iglesia de Santa Apolonia, Venecia.



Tumba de Anfípolis.



Desde septiembre del 2014 están en curso las excavaciones de una sepultura en la antigua ciudad de Anfípolis que se ha fechado entre los años 330 y 300 a. C. Casi de inmediato se empezó a difundir en los medios de comunicación la idea de que el complejo funerario pudiera ser la tumba del conquistador macedonio, lo que se considera bastante improbable, por lo anteriormente reseñado, y  en todo caso, según los expertos, dicha tumba pudiera pertenecer a Roxana, esposa del macedonio, y a Alejandro IV, hijo de ambos, quienes murieron asesinados por orden de Casandro en 309 A. C.



La momia de Alejandro destrozada en mil pedazos.



Para finalizar este resumen,  también está la Teoría de Saunders y otros escritores más, quienes  opinan que la tumba habría sido destruida en el período de mayor efervescencia de las disputas entre el cristianismo y el paganismo,  y  que  posiblemente la momia, haya sido destruida en miles de pedazos. A primera vista pareciera un acto salvaje, pero el autor  lo atribuye a la fiebre que había en la época por poseer amuletos relacionados con el Magno. La imagen del conquistador se asociaba a buenos augurios, y las reliquias con su efigie pudieran haber sido una especie de talismán para cristianos y paganos. Así que según su opinión, posiblemente la plebe que profanó el Soma se pudo haber llevado trozos de la momia creyendo que poseer un pedazo del propio Alejandro les atraería suerte.





            Moneda que representa a Alejandro Magno con un casco de guerra en forma de león.


RESEÑADO POR RICARDO SOLIS IMAN.